Hoy sería feliz



Pues resulta que la pimienta negra había desaparecido. Una Hada malvada, celosa del amor que veía dentro de su corazón, se la había llevado con el primer rayo de luz de la mañana. No encontró otra solución que la de cortar tomates saltarines, cuatro limones rojos y media docena de champiñones para endulzar su café. Así lo hizo.

Después del primer grito de horror decidió que nada podría evitar que hoy se sintiera feliz. Recordaba perfectamente las palabras de la noche anterior y estaba seguro, por primera vez, que ella también le quería, aunque su amor fuera del tamaño de un grano de arroz gigante. Este pensamiento le hizo desechar la idea de ducharse y volvió a la cocina a buscar helados de frambuesa, anchoas y frijoles, los cuales devoró como si tuviera mucho apetito, que no era el caso.

Llamó a la Hada buena y le pido un deseo secreto, a lo que ella contestó con un insensible «Ja veurem» y se marchó volando como si nada hubiera pasado. Entonces miro el reloj y expresó el primer «collons!!!» de la mañana, con un grito que despertó a las poblaciones de Alella, Ocotepeque, Vancouver y Manresa. Salió corriendo -es un decir- hacia la ducha, pero su Chihuahua estaba en la bañera disfrutando de una ablución de espuma de mantequilla, así es que se fue al fregadero y con muchas dificultades pudo lavarse la oreja izquierda, dejando la derecha para otra ocasión más propicia y holgada, de tiempo claro está. Recordó su sonrisa y volvió a poner cara de tonto como por media hora hasta que fue interrumpido por la Hada buena que en un súbito e inesperado ataque de insensibilidad le dijo «¡Vinga, espavila!»

Se puso el típico pantalón de rayas verdes y rosadas y lo combinó con su sombrero Panamá y un corbatín color pistacho. Vio sus ojos en cada nube que bailaba en el cielo a un ritmo parecido al mambo y sonrió. No había nada que hacer y lo sabía: hoy seria feliz.